domingo, 18 de mayo de 2014

Fin de semana

Es domingo por la tarde. La franja favorita de los suicidas, pero yo evito el dolor físico siempre que me sea posible.

Un fin de semana algo positivo, con amigos, con la familia, con mis libros. Así que al final podría decir que fue algo bastante equilibrado. Sin embargo al final de todo equilibrio falta algo, y al final del mío queda una ausencia, un alguien que hace falta para contarle que la película del viernes, a pesar de las fuertes críticas, estuvo muy divertida y que reí hasta por los codos... que el sábado fue más familiar, y que hoy finalmente terminé de leer el libro que tenía pendiente hace varios meses. La Sombra del Viento. Como suele pasar, lloré al final. No sé si lloro porque el desenlace me conmueve o porque la historia se acabó y yo quería conocer más detalles. En todo caso es un muy buen libro, muy bien escrito, con una historia envolvente y cautivadora.

Viéndolo bien no es tanto para contar, pero el alma se siente más tranquila cuando uno puede contar sus pequeñas historias y sus días insulsos. Poder contarle a alguien como te fue, y que le importe, es todo lo contrario a la soledad. No que la soledad sea mala; uno no puede andar por ahí hablando mal de los amigos.

En varios momentos me he preguntado si valdría la pena volver a intentarlo: sí, lo de hacer dieta y perder un poco de peso. Ya la esperanza de ser hermosa y delgada la perdí. Ahora hablo desde la perspectiva de una persona que empieza a sentir todos los males que las personas normales empiezan a sentir solo después de los 50: las rodillas duelen, la fatiga llega con el más mínimo esfuerzo físico, la gastritis ataca, así como los dolores de cabeza inexplicables. También creo que sería bueno intentarlo para tener un foco, un objetivo y una ilusión. Para demostrarme, aunque sea por una vez en la vida, que puedo lograr algo bueno si me lo propongo y que no todos mis triunfos responden a la buena suerte.


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